Como ya hemos comentado en ocasiones anteriores, actualmente la ciencia vive un boom de popularidad. Se trata de un tema que interesa, un ámbito que genera más público que nunca y que se encuentra fácilmente en los distintos medios de comunicación. Un hecho que tiene su origen en la situación en la que vivimos, en un mundo en pandemia donde el desarrollo de las vacunas ha supuesto la llave para el progresivo regreso a la normalidad pre-coronavirus. Y esto no es todo, la medicina y la biología no han sido las únicas ciencias en auge durante los últimos años. También tenemos la geología, con el ya extinto volcán de La Palma. El seguimiento realizado por los investigadores del IGN y de INVOLCAN supuso un factor clave en la predicción de este suceso eruptivo y en las posteriores evacuaciones realizadas durante la efusión de lava. Sucesos así, entre otros muchos, han convertido a la ciencia en el tema popular que es hoy.
Y esta transformación de las últimas décadas (aunque hemos hablado de sucesos recientes, este proceso lleva ya unos cuantos años), ha tenido como consecuencia una popularización de términos como divulgación y cultura científica. Dos ramas menos conocidas de la ciencia (¿sólo de ella?) que han llegado con fuerza a la primera plana de actualidad. Pero, centrándonos ahora en la tarea que se requiere, ¿qué es la cultura científica? ¿De verdad se corresponde la realidad a la visión que guardamos en nuestras cabezas?
La cultura científica tiene muchos significados, algo que ya hemos visto, pero ¿en qué campos se divide? Porque vale, tenemos claro que dentro de la ciencia existen ramas como la Física, la Geología, la Biología... ¿Y dentro de la cultura científica? ¿Qué abarca, cómo afecta a la sociedad? Preguntas complejas, muy interesantes y con respuestas largas, reflexivas e intensas. Preguntas que vamos a intentar responder de la manera más concisa posible. Atendamos a la tesis de la doctora Lázaro.
En primer lugar, podemos considerar a la cultura científica en el plano institucional. Esto se traduce en la existencia de instituciones y diferentes expresiones de la cultura científica. Podemos entenderlo como la necesidad de que haya instituciones que den a conocer la ciencia y la practiquen para que pueda existir una cierta cultura científica. Es lógico pensar que sin ciencia, no habrá cultura científica. Y sin organismos que la practiquen, poca se puede hacer... Pero, ¿cómo llega esta ciencia, esta cultura, al público general?
Es entonces cuando interviene el segundo plano, el social. Los científicos poseen una gran cultura científica en lo que se refiere a su campo de estudio. Siempre y cuando nos refiramos a los conocimientos. Para avanzar en su investigación, necesitan ser conscientes de la realidad de su campo, de sus conceptos y métodos a seguir. ¿Qué sería de un físico que desconociera el ajuste por mínimos cuadrados? ¿Qué trabajo experimental seguiría? ¿Y cómo afecta esto al público?
Alguien que no trabaja en ciencia no tiene por qué conocer estos conceptos, no le puedes exigir a un graduado en filología que te hable del modelo estándar de partículas. Pero con otras ideas más sencillas sí puede ocurrir lo contrario. Podríamos decir que una persona que a pesar de no haberla estudiado pero posea una buena base de conocimientos científicos tiene una buena cultura científica. Y para lograrlo es necesario recurrir a los procesos de información, divulgación y comunicación que muchas veces proceden de las mismas instituciones. Es en este punto donde los dos planos comentados conectan y confluyen. Aunque, como ya hemos dicho en anteriores ocasiones, no siempre la divulgación tiene que venir de los propios investigadores. Son muchos los casos de comunicadores muy buenos que no eligieron una rama profesional científica o, en el caso contrario, investigadores que no saben divulgar, que no saben contar lo que investigan.
Y todo esto sin dejar de lado otro factor fundamental en el plano social de entendimiento de la cultura científica. La participación ciudadana. Porque al igual que los científicos y entendidos en ciencia se involucran en la sociedad, la sociedad también se puede involucrar en la ciencia. Sobre todo cuando dichas investigaciones presentan conflictos sociales y decisiones que van a afectar al desarrollo de una comunidad. La ciencia está al servicio de la sociedad, es importante que la misma sepa cuál es su rumbo.
Ya para finalizar, el último de los planos, el individual. Aquel relacionado con la percepción que se tiene de la propia ciencia, ya sea en términos de contenido, procesos, intereses en juego, etc, tal como se indica en el texto comentado. ¿Qué sabe una persona sobre un determinado tema? ¿Cómo es la obtención de esos conocimientos para un investigador? ¿Qué implicaciones tiene tanto para la institución responsable como para la sociedad? Porque, al final, la investigación es una empresa. Y, como toda actividad que implica dinero, existen una serie de intereses. El desarrollo de vacunas, medicamentos, tecnología... Un factor del que la población debe estar informada, ser consciente de él, porque, aunque no esté en el plano social, también afecta al desarrollo de uno mismo y su comunidad. Ser culto, ser científicamente culto, es cada día más importante. La sociedad ha tomado un rumbo y hoy conocer ciencia se ha vuelto algo indispensable.
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