Justo ayer lo comentaba en mi Twitter. El impulso primigenio de todo divulgador es la adquisición de conocimientos. Pero no se equivoquen, no para el público, sino para uno mismo. Hablamos de personas a las que les mueve el querer aprender, disfrutan haciéndolo. Todos hemos sido esos niños que no paraban de dar la tabarra a sus padres con preguntas tipo: ¿Por qué la Tierra gira alrededor del Sol? ¿Cómo sabe nuestro cuerpo que tiene que respirar si no lo pensamos? ¿A qué se debe que el cielo sea azul? Cuestionen que a más de uno le darían dolor de cabeza. Por suerte, en mi caso, mi padre siempre ha sido igual que yo. A él también le movió la curiosidad, la necesidad de aprender y, una vez tuvo descendencia, transmitió esos conocimientos y muchos más a su hijo. Preguntas que en realidad se podían contestar en cinco minutos, se convertían en charlas de media hora, enlazando temas sin parar y sin vislumbrar un final claro. Y, aunque a veces me desquicie hablar con él, le agradezco muchísimo todos esos gestos que tuvo y que sigue teniendo. Tengo claro que no estaría aquí si no fuera por él.
Al afirmar esto, lo digo con fundamento. Porque yo me metí en divulgación, descubrí este increíble mundo, gracias a él. Corría el año 2011. Noviembre, para ser exactos. 27 días habían pasado del mes y nacía entonces el proyecto 100ceros, un nombre que me sigue acompañando como divulgador. Creo que el origen de todo, unas semanas antes, estaba en una tarea que nos mandaron en sexto de primaria sobre buscar una noticia y escribir sobre ella. Recuerdo perfectamente que se trataba de una acerca del reciente hallazgo de un agujero negro por el observatorio de rayos X Chandra. El tema del espacio y el universo siempre me ha fascinando, así que la elegí sin dudar. Entusiasmado por el tema, le conté a mi padre todas las ideas que capté y él me animó a seguir investigando. A contarlo, a compartirlo con el resto de la gente.
Estamos hablando de un momento donde los blogs tenían todavía un gran impacto, sin duda uno de los formatos preferidos en la red para compartir información. Mi padre lo sabía, así que me animó a empezar uno. Y así, 16 días después del hallazgo del agujero negro, comenzaba mi andanza en el mundo divulgativo, con una pequeña bitácora llamada 100ceros. Un nombre que, según mi padre y leído cienceros, significa apasionado por la ciencia (al igual que los futboleros son los apasionados por el fútbol...). La verdad, aunque hoy me dé un poco de corte admitir el origen de este nombre, le tengo muchísimo cariño. Tengo claro que me acompañará por muchos años, es una seña de identidad que no quiero perder, es mi marca y mi concepto como divulgador. ¿Acaso no soy un apasionado por la ciencia?
Los primeros meses de existencia de este blog fueron bastante básicos. Hay que tener en cuenta que por aquel momento contaba con 12 años, no tenía la madurez suficiente para escribir artículos de calidad. Así que, dentro de mis posibilidades, me dedicaba a recopilar noticias de ciencia de los distintos medios nacionales y enlazarlas en mi blog. Poco a poco, pasado un año y pico, me lancé a escribir las primeras noticias y textos de divulgación. Leía mucho sobre el tema, dentro de mi nivel, e intentaba sintetizar las ideas más importantes. Ahora leo esos textos y me da la risa, pero a la vez les tengo mucho cariño y me permiten ver cómo he ido evolucionando (y mejorando, todo sea dicho) con los años. 100ceros tuvo muchas etapas de gran actividad, aunque la mayoría se concentró entre 2012 y 2015. A partir de aquí, poco a poco este blog fue muriendo y en bachillerato y los primeros cursos de universidad mi yo divulgador se desvaneció.
Hasta que llegó la pandemia y, tras varios meses de confinamiento, volví a centrarme en este mundo. Los blogs son cosa del pasado, así que decidí usar Twitter como herramienta transmisora de información. Y es lo mejor que he hecho en mi vida, porque se trata de una red social que me ha permitido conocer a fantásticos divulgadores. De hecho, algunos de ellos se han convertido en cercanos amigos, amigos con los que he tenido la suerte, en otros muchos, de montar un podcast llamado Palique Divulgativo. Un podcast que hacemos en directo a través de Twitter Spaces y que, a día de hoy, es el proyecto al que más cariño le tengo y del que más orgulloso estoy. Todo lo que hemos hecho y está por hacer sólo me da ganas de seguir aprendiendo y posteriormente compartir dicho conocimiento. Un proyecto al que visualizo un gran futuro y que no puedo estar haciendo en mejor compañía. Qué suerte tengo de ser divulgador, de estar tan bien acompañado.
Por ahora, tengo claro que seguiré transitando esta senda. Todavía quedan muchas cosas por aprender y muchísimas más por compartir. No sé si me acabaré dedicando profesionalmente a esto, el futuro es muy incierto, pero tengo claro que nunca lo abandonaré. Estoy metido hasta el fondo desde hace años y la divulgación es un pozo del que es muy complicado salir. Un pozo realmente agradable, todo sea dicho. ¿Una droga buena? Bueno, se entiende la intención. Este año, por el momento, toca seguir planeando proyectos, seguir compartiendo conocimiento y tiempo con la gente que tiene intereses comunes. Una aventura que, parafraseando a Pere Estupinyà, se volverá cada vez más emocionante.
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