Numerosos empleos se vieron afectados por la pandemia. Algunos directamente acabaron en la calle, mientras que otros, por su condición de esencial, estuvieron trabajando durante esos más de dos meses de confinamiento. Y, aunque a veces la ciencia nos pueda parecer lejana e irreal, ajena a la realidad, también se vio afectada por este extraño evento, un paradigma al que no estábamos acostumbrados.
Entre los muchos cambios que experimentó el sector, está sin duda el auge de los pre-prints. Para hacernos una idea de qué significa esto, es importante señalar un hecho. La industria de las publicaciones científicas se basa y se enorgullece enormemente de un método, la revisión por pares. Los investigadores que quieran publicar un artículo científico verán cómo su trabajo es revisado por otros compañeros expertos en el tema, de cuya decisión dependerá el hecho de que el paper vea la luz o sea remitido para revisión (en algunos casos incluso sin publicarse nunca). Es la máxima de los artículos científicos, una forma de garantizar un buen trabajo y que lo publicado sea cierto y fiel a la verdad, correcto. Sin embargo, a medida que ha ido avanzando el siglo XXI, cada vez son más comunes los pre-prints, artículos sin revisar por pares que pasan a ser de dominio público directamente.
Y si me preguntas mi posición respecto a esto, la verdad es que la considero una posición difícil. Con la pandemia es cierto que no había tiempo para una revisión por pares, un proceso que en muchas ocasiones conlleva meses e incluso años. La gente se estaba muriendo, vivíamos en una situación excepcional y cualquier avance era bien recibido y necesario. Necesitábamos una esperanza y salir de la incertidumbre en la que vivíamos, un mensaje que sería recibido y publicado por la prensa. Los periodistas, en su búsqueda de actualizar la situación pandémica, acudieron como nunca antes lo habían hecho a los científicos. Y estos, en parte por el afán de satisfacerlos y traer alegría a los hogares, publicaban rápidamente sus avances en posibles vacunas, en medicamentos que mitigasen los estragos causados por el virus... Todo ello en forma de pre-prints.
Al igual que casi todas las cosas, los pre-prints tienen su lado bueno y su lado malo. Por un lado, es cierto que facilitan las cosas, hacen más accesible el conocimiento y en cierta manera democratizan la ciencia. Los periodistas pueden acceder más rápido a los últimos avances científicos, acercándolos a la actualidad y, en una situación de pandemia, esto era vital para mantener la moral alta. ¿Te imaginas que todo el proceso de las vacunas hubiera llevado un periodo "normal", similar al de otras no tan urgentes? Quizás hoy seguiríamos esperando nuestra primera dosis... Al menos en el primer mundo, desgraciadamente muchos países de África siguen viviendo en esta situación.
Además, también permiten tirar por tierra parte de la hegemonía de las revistas científicas, unas instituciones que considero abusivas y muchas veces lo único que hacen es frenar la ciencia con sus precios disparatados. No todos los laboratorios se pueden permitir la publicación en estos sitios, así como la revisión por el editor correspondiente. Por lo que, de cierta manera, los pre-prints permiten mayor difusión de artículos.
Sin embargo, también conlleva sus riesgos. Sin duda, el más inmediato es la falta de revisión. Si hay algo por lo que destaca en lo bueno la revisión por pares, es la garantía de que lo que se publica ha pasado por una buena corrección y es correcto, tanto en el método como en los posibles resultados. Un artículo que haya sido objeto de este proceso, es un artículo de buena calidad. Desgraciadamente, cuando esto falta y los investigadores publican sus pre-prints, nadie te garantiza que sea un documento fiel a la realidad, que no tengo fallos importantes o que se ajuste a lo que se busca en su campo. En estas situaciones, tanto los periodistas como otros investigadores corren el riesgo de estar recurriendo a información errónea.
La rapidez en ocasiones también sale cara. El mundo de la investigación es mucho más lento que el periodismo. Uno es inmediatez, el otro necesita pausas, reposar conocimiento y repetir experiencias. Es algo que hemos visto perfectamente con el episodio eruptivo de La Palma. Los periodistas en ocasiones avasallaban a los científicos buscando respuestas, preguntando cuándo iba a acabar la erupción... Algo que a los propios investigadores les gustaría saber pero que no podían controlar. Y es que este comportamiento se ve trasladado de alguna forma a los pre-prints. Puede que su uso por parte de la prensa dé la impresión de que la ciencia es mucho más rápida, mucho más instantánea, algo que realmente no es así. No abusemos de este tipo de artículos, hacerlo seguro que tendrá consecuencias a largo plazo.
Y no son las únicas, ya que también provocará un priorización de los temas de actualidad. Si la prensa los demanda, es porque el objeto de estudio es noticia, de tal forma que los investigadores tenderán a publicar más pre-prints de dicho tema para satisfacer a su vez a la prensa. Un círculo vicioso que colmará las plataformas de estos artículos, dejando muchas veces en un segundo plano a otros cuyos temas de investigación pueden ser igual o más interesantes, pero que no salen en las portadas de los periódicos. En cambio, a través de una revista, con un tiempo mucho más pausado, ambos artículos, de estudios muy distintos, pueden ocupar el mismo espacio y tener la misma importancia, dando igual si uno es de actualidad o no. La publicación de este tipo de documentos puede conllevar la discriminación de las investigaciones por temas, convirtiendo a la ciencia mediática en la única existente. Y si algo tiene claro la industria investigadora, es que toda la ciencia es igual de importante. O al menos quiero creer que lo tienen claro...
Los pre-prints, aunque nacen ya hace unos años, han supuesto una especie de revolución en la publicación de ciencia. En mundo excepcional, con un virus que ha provocado una situación extraña, la ciencia también se ha vuelto excepcional. Por lo menos en el modo de darla a conocer. Al igual que muchas otras industrias, los investigadores se han adaptado al nuevo paradigma. Pero de la misma forma que la pandemia parece ir remitiendo y estamos volviendo a una relativa normalidad, el mundo de la investigación debe regresar a su revisión por pares, uno de los pilares fundamentales de su veracidad.
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