La Unión de Científicos Conscientes (UCS por sus siglas en inglés) es una organización sin ánimo de lucro que agrupa a personas particulares y científicos para conseguir una ciencia responsable con la sociedad. Este proyecto con el objetivo de "iniciar una revisión crítica y continua de las políticas del gobierno en aquellas áreas donde la ciencia y la tecnología son de significancia actual o potencial y para idear medios para alejar las aplicaciones de la investigación lejos del presente énfasis en tecnología militar y acercarlas hacia la solución de los problemas ambientales y sociales urgentes.", tal como se indica en su documento fundacional.
Actualmente tienen una web donde publican e informan acerca de las últimas noticias que involucran a la asociación y presentan los informes realizados en los distintos proyectos. Además, da acceso a otras páginas web donde se centran en temas más específicos como la energía nuclear. En portada se nos ofrecen dos apartados diferentes, uno con artículos relacionados con su trabajo (con los informes anteriormente mencionados) y otro con artículos de su blog. En este caso, el artículo elegido corresponde a la primera sección, un post titulado "El racismo ambiental en la zona central del país". Como la organización es estadounidense, queda claro a qué Estado se refiere.
Lo primero que llama la atención es el titular, de eso no hay duda. ¿A qué nos referimos con racismo ambiental? ¿Qué consecuencias tiene? ¿A qué colectivos afecta? A modo de resumen, el origen de esta noticia está en las altas dosis de contaminación que reciben los habitantes de varios barrios de Kansas City, capital del estado de Kansas, concretamente los barrios más marginados. En estas zonas viven las comunidades de color y los sectores más marginados, cuyas casas se ubican mucho más cerca que aquellas de gente más pudiente y en regiones donde la contaminación de las distintas industrias llega con más intensidad.
Junto con la organización de justicia ambiental, CleanAirNow (CAN), la UCS presenta un informe donde se detalla el estudio realizado para la publicación del artículo. En primer lugar, una introducción acerca de la realidad que se vive en Kansas City y cómo, fruto de un racismo sistemático, las comunidades más desprotegidas han terminado viviendo en zonas que afectan gravemente a su salud. En primer lugar, se nos presentan las distintas fuentes de contaminación que se encuentran cerca o dentro de dichas regiones, ya sea aeréa, acuática o histórica. Todas ellas convergen inevitablemente en un punto, los barrios pobres. Barrios donde el porcentaje de población hispana, latina o de color es significativamente mayor que en otros.
Así, una vez se ha explicado las fuentes de contaminación, a qué zonas afectan y qué población vive en ellas, se presentan los resultados a sufrir distintas enfermedades. Por un lado, un mapa donde se comentan las poblaciones donde sus habitantes tienen un mayor riesgo de sufrir un cáncer debido a la contaminación química a la que son expuestos. Y, por el otro, una tabla con las distintas dolencias que pueden producir los diferentes contaminantes producidos por las factorías e industrias cercanas.
Todo ello, finalizando con una serie de recomendaciones para erradicar este racismo ambiental que no sólo supone una denigración de las poblaciones más vulnerables, sino un auténtico ataque a su salud. He de admitir que hasta hoy ni siquiera me había planteado este tipo de racismo. Estamos acostumbrados a los insultos, a las agresiones... Tristemente acostumbrados, todo sea dicho. Pero nunca me había parado a pensar en el racismo que no sólo pueden ejercer las personas, sino también las empresas. ¿A quién se le ocurre poner una fábrica cerca de un barrio de población blanca y con un buen nivel adquisitivo? Ni de broma, mejor pongámoslo cerca de estas poblaciones latinas y negras donde el estigma social impida que se quejen y su voz sea escuchada. Mientras los poderosos estén contentos, el resto de la población da igual.
Obviamente, es ironía. Es despreciable una actitud así. Y, aunque ya he dicho que no era consciente de esta realidad, una vez te informas, es lógica y te das cuenta de lo cerca que la tienes. Puede que no sea un caso tan descarado como el estadounidense, pero parémonos a pensar dónde se suelen ubicar las barriadas, sin duda, los lugares más desprotegidos. Afortunadamente, existen organizaciones como la UCS y la CAN que, en el caso de Kansas City, se han preocupado y dado cuenta de esta realidad y han puesto el grito en el cielo para cambiar la situación. No podemos permitir que por nuestro egoísmo una parte de la población sufra o sea más propensa a desarrollar ciertas enfermedades, todo ello fruto de un racismo ambiental imperante.
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