Vivimos en un mundo científico. Un mundo donde nuestra sociedad está donde está a día de hoy gracias a la ciencia, sin ninguna duda. Vivimos en un día a día que vive con las grandes noticias científicas del siglo como un componente más de la jornada. Un presente en el que cualquiera tiene acceso al conocimiento científico y donde todos podemos informarnos y opinar acerca de los grandes asuntos del milenio. Pero, ¿estamos en una sociedad partícipe del mundo científico? ¿De verdad conocemos la ciencia y podemos ejercerla de cierta manera? ¿O estamos condenados a ser meros testigos de todos estos hechos y vivirlos falsamente como nuestros?
El covid-19, la erupción de La Palma... Son multitud los sucesos que nos han acompañado este año y tienen a la ciencia como protagonista. La biología, la geología o la física se han colocado multitud de ocasiones en las portadas de muchísimos medios de comunicación. Los periodistas han entrado en contacto con los científicos y estos, a su vez, nos han contado una versión de la historia un poco distorsionada, algo inevitable en dichos aspectos, pero no por ello malo. Sin embargo, somos pocos los que hemos estado en contacto con el desarrollo científico de estos episodios. Somos pocos los que entendemos de volcanes y son igual de pocos los que entienden de vacunas a un nivel verdaderamente alto. Muchos miembros de la sociedad visualizan la ciencia como algo ajeno, un mundo misterioso donde el conocimiento evoluciona y crece, un mundo que sólo somos capaces de mirar a través de una ventana, una pequeña abertura que nos permite, en ocasiones, vislumbrar su interior.
Conocer lo que logra la ciencia a través de los filtros del periodismo y los artículos de internet es una cosa, un aspecto de todo este campo que es totalmente válido y nos permite a muchos abarcar campos del conocimiento que de otra manera no tocaríamos. Sin embargo, otra muy distinta es participar activamente en su desarrollo, ya sea mediante financiación o recolectando datos útiles para diversas investigaciones. Pongamos un ejemplo: la búsqueda de objetos cercanos a la Tierra o NEO, por sus siglas en inglés.
Cuando hablamos de participación ciudadana, es el ejemplo más claro que se me viene a la cabeza. Actualmente la Tierra orbita entorno al Sol acompañada de miles de objetos rocosos que podrían cruzar su órbita con nuestro planeta en el momento justo, provocando un impacto o quizás algo mucho peor. Por ello es de vital importancia la búsqueda e identificación de estos cuerpos, de tal manera que los tengamos vigilados y, quizás, en un futuro, podamos actuar de alguna manera cuando uno se dirija irremediablemente hacia nosotros. Por un parte, los científicos actúan a través de potentes telescopios y ordenadores que vigilan y exploran el cielo nocturno. Medios que la gran mayoría de la población no tiene a su alcance, por lo que no pueden ayudar. Sin embargo, también se han llevado a cabo multitud de proyectos para solucionar esto. Un ejemplo claro es la app cazaasteroides, con la cual al usuario se le muestra un fragmento temporal de un área del cielo nocturno y este, en su tiempo libre, se puede dedicar a localizar posibles candidatos a NEOs. Un proyecto que ya lleva unos cuantos años y ha detectado multitud de dichos cuerpos. Todo un éxito en participación científica de la sociedad.
Pero desgraciadamente a veces las investigaciones no pueden facilitar este acceso. No todas los campos de la ciencia se pueden socializar tan fácilmente. Por ejemplo, ¿cómo llevamos la búsqueda de ondas gravitacionales a la sociedad? ¿Cómo dejamos que la gente contribuya al desarrollo de vacunas desde su cocina? La participación ciudadana siempre enriquece al mundo científico, pero no siempre puede actuar directamente. Eso sí, afortunadamente tenemos otros métodos de actuación. Informemos a la sociedad a través de la divulgación, hagamos que sea más culta y que, en sus opiniones, tengan un buen fundamento. Y ya luego, dejemos que opinen. Dejemos que la ciencia sea algo de todos, un algo en el que cualquiera pueda participar, de una forma u otra. Aunque no lo parezca, eso enriquecerá mucho a ambas partes. Un procedimiento que mejorará sin duda todo este campo.
No podemos permitir que la mayoría de nosotros viva el mundo científico como algo ajeno a su realidad, cuando estamos en un mundo donde la ciencia impregna cada segundo de nuestras vidas. Hagamos, a través de la participación ciudadana directa o indirecta, una sociedad mejor informada, con más base para opinar y mucho más activa. Una sociedad que viva y entienda la ciencia. Porque ya sabemos que, sin ciencia, no hay futuro.
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