El realismo en filosofía defiende que los contenidos mentales, ya sean pensamientos, percepciones e ideas por el estilo, se refieren a un mundo real que existe de forma independiente. Trasladando dicha concepción a la ciencia, observamos que las teorías científicas y las entidades postuladas se refieren a la realidad, más que al mundo mental donde se conciben. Sin embargo, esta es sólo una postura de las muchas que existen. Dentro de la Filosofía de la Ciencia podemos encontrar multitud de ideas y concepciones acerca de este ámbito del conocimiento y de su influencia en los hechos empíricos, pero ¿qué posiciones hay entorno al realismo? ¿Qué corrientes existen a favor y en contra? En el artículo de hoy, comentaremos dos de los principales argumentos que apoyan y niegan en realismo, así como mi propia opinión acerca del mismo.
Uno de los argumentos más conocidos a favor del realismo es el del no-milagro. Las teorías científicas presentan una gran exactitud, así como una capacidad predictiva. Somos capaces de adivinar el comportamiento de un sistema a través de una serie de ecuaciones. Con tal porcentaje de éxito, sólo nos quedan dos conclusiones posibles: o las teorías científicas son verdaderas y atienden a la realidad o se trata, simplemente, de un milagro. Y, siendo científicos, la primera premisa es mucho más atractiva.
Sin embargo, al igual que existen posiciones a favor, también tenemos muchas en contra. El argumento más conocido es la meta-inducción pesimista, la cual defiende que, a lo largo de la Historia, las teorías científicas se han ido sustituyendo por otras y estas se han descartado a su vez más adelante como falsas. Por lo tanto, no hay nada que nos impida concluir que las que tenemos ahora, en algún momento del futuro, también se desechen por completo. Entonces, ¿estamos estudiando la realidad con ideas erróneas? ¿O simplemente nos introducimos en un mundo mental donde nuestras pseudo-concepciones de la realidad funcionan y nos permiten predecir fenómenos?
No creo que las teorías actuales tengan que ser obligatoriamente falsas. Es verdad que a lo largo de los siglos nos hemos encontrado con muchas concepciones de la realidad que, aunque nos permitían comprender lo que pasaba a nuestro alrededor de una forma más o menos correcta, han terminado siendo totalmente falsas. Un ejemplo claro es el éter lumínico o el flogisto, para explicar la propagación de la luz por el vacío o los procesos de combustión respectivamente. Sin embargo, tenemos otros casos que no. Por ejemplo, la gravitación de Newton. Sí, es cierto, se ha demostrado que tiene fallos, pero no por eso deja de ser cierta. Y, aunque tenemos mejores teorías, como la Relatividad, la del genio inglés sigue siendo de muchísima utilidad. No ha dejado de describir multitud de comportamientos en la Naturaleza, sus ecuaciones no han dejado de ser ciertas. La realidad sigue estando ahí, sigue siendo estudiada por las mismas expresiones matemáticas que hace cuatro siglos. Las teorías, aunque han evolucionado, no han dejado de ser ciertas.
Y quien dice la gravitación, puede poner de ejemplo multitud de ejemplos. Ramas de la Física, en este caso, que han evolucionado con los años. Con teorías que se mejoran y se redefinen para aproximarse mejor a lo que nos rodea. Porque, al fin y al cabo, las teorías son instrumentos que nos permiten conocer la realidad. Son instrumentos que, al igual que una cámara de fotos o un teléfono móvil, se van adaptando cada vez más a los sucesos que estudian y mejoran en sus predicciones. Nuestro mundo mental evoluciona.
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